Recordad:

Recordad: antes de untar la mantequilla tirad la tostada al suelo para saber por qué lado va.

jueves, 29 de noviembre de 2012

Un monitor...



Por desgracia no sé quién es el autor de las siguientes líneas:

            “En alguna parte entre la adolescencia y la madurez existe una edad en el desarrollo humano que es física y psicológicamente imposible. Es esa fase insondable en la que uno puede ser monitor de campamentos, una figura no definida por los psicólogos, incomprendida por los directores, idealizada por los acampados, admirada y dudosa para padres y olvidada para el resto de la sociedad.
           
            Un monitor de campamentos es una extraña combinación de doctor, abogado, megáfono, indio y jefe. Es un competente psicólogo de niños con sus apuntes de primero de carrera como prueba. Es un niñero mal pagado; sin televisión, ni Tour de Francia ni nevera. Es un estricto disciplinario con un tic en el ojo, un ministro de hombres con fe en sus propias posibilidades. Es un ejemplo de hombre y mujer con unas deportivas, una camiseta dos tallas demasiado grande y un sombrero dos tallas demasiado pequeño. Es un humorista en una crisis, un doctor en una emergencia, un cantautor, un anfitrión y un director de teatro. Es un ídolo con su cabeza en una nube de humo y sus pies en el barro. Es un acomodador en una tienda rasgada en una noche fría y el compañero que acaba de prestar su último par de calcetines secos. Es un maestro fuera de clase, corriendo en un campo con zarzas hasta la rodilla. Es el primero en levantarse, el último en acostarse, el que nunca tiene siesta, el último en servirse, el primero en servir, el último en merendar y el primero en saber dosificarse.

            Es hábil parar reparar amistades rotas, narices sangrando y vaqueros descosidos. Es un experto en localizar bañadores perdidos, en perderse por el camino de vuelta y encontrar una razón por la que se ha perdido. Es penoso para arrastrarse fuera de la cama en mañanas lloviosas, acordarse de la fecha de hoy y en irse a la cama temprano.

            Un monitor es un guía amistoso que, en medio de una noche fría, oscura y mojada, te acompaña a lo largo del sendero a las letrinas. Es un enfermero que a las tres de la mañana sujeta la frente de un niño vomitando en un w.c. sucio. Es una dinamo en su rato libre, exhausto al final de cada día, pero recuperado a tiempo para la siguiente actividad.

            Es un telépata con sus compañeros , una cabeza con 16 ojos, un cuerpo con 8 brazos y dos corazones. Es un mago del reloj, de adelantarse a las horas, a los acontecimientos. Es un salvador del Amazonas sin ser de Greenpeace ya que aprovecha y aprovecha y aprovecha y aprovecha la misma cartulina cartulina cartulinacartulina hasta no poder encontrarla y lo que sobra lo deja ordenado.

            ¿Quién sino él puede curar la nostalgia, ocultar unas sábanas mojadas por la mañana, explicar 16 juegos distintos seguidos con una pelota deshinchada, silbar con los dedos, llevar dos mochilas, decir “buenos días” en 11 idiomas, andar con las manos, cantar una y otra vez y repetir cuatro veces en la cena?

            De un monitor se espera que repare 10 años de malos tratos a Carlos en 10 días, transforme a María en una mujer, rehabilite a Pedro, permita a Rebeca ser autosuficiente y ayude a Jorge a integrarse en un grupo. Se espera que se responsabilice de las más preciadas posesiones de 500 adultos mucho mayores que él. Se espera que les sumerja en un mundo de diversión y aventura, aunque se pegue nueve meses al año en la ciudad; les enseñe ingeniosas actividades, cuando no sabe siquiera el nombre de los juegos; que guíe niños dentro de unos valores sociales positivos, que proporcione seguridad y salud con la nariz quemada por el sol, una tirita en el pulgar y una ampolla en el talón. Es un adulto que le gusta merendar entre niños y siempre lleva una bolsa de basura para que los lugares queden mejor que cuando llegó. Un monitor es siempre un ejemplo, ya que los niños le van a admirar y querrán ser como él. Un monitor es capaz de jugar 5 horas seguidas a fútbol y animar 6 horas a sus equipos hasta quedarse sin voz. Un monitor sabe elegir lo mejor para cada momento y es capaz de dejar atrás sus necesidades personales de cualquier tipo y pensar en el grupo. Es un detector de niños sin calcetines cuando hace frío, sin gorra cuando hace sol y además de todo esto es capaz de ordenar sus cosas, el material y hacer fotos en las que los niños sean protagonistas. Un monitor sabe decir NO. Un monitor es un educador, sabe que no es un amigo ni un colega. Sabe estar en su lugar. Es un ejemplo coherente, positivo y no tiene miedo a enfrentarse a cualquier problema. Cuenta a su grupo tantas veces como sea necesario y no se deja nunca a nadie. Un monitor es una persona que llora la última noche con las fotos como si fuera un adolescente despidiéndose de su primer amor. Es un ser sensible capaz de empatizar con todos y que aun se maravilla cuando ve un cielo de verano y lo cruza una estrella fugaz. Es un profesional que sabe integrar a todos sus chavales y sabe recordar los buenos momentos e ir olvidando los malos.

            Por todo esto, se le paga suficiente para comparar algún libro de segundo de carrera, unas aspirinas, unos calcetines nuevos, dos neumáticos para el coche y unas deportivas nuevas. Eso suponiendo que vaya a cobrar algo. ¿Te preguntas cómo puede aguantar el ritmo y la presión? ¿Te preguntas si realmente conoce su propia valía? Y, de alguna forma, te das cuenta que nunca le podrás pagar lo suficiente cuando al final del campamento se despide, saludando con la mano y dice “¡Nos vemos el año que viene!”."

viernes, 23 de noviembre de 2012

¿Y por qué?






Hace no tanto un niña lo suficientemente mayor como para poder hablar un poco con ella sin que, mientras, se entretuviese haciendo pompas con la saliva, y lo suficientemente pequeña como para pensar que por mi condición de adulto tenía la verdad absoluta sobre cualquier pregunta que se le pasase por la cabeza, se le ocurrió preguntarme que porqué no había paz mundial (siendo que sería tan sencillo y normal que nadie se pelease con nadie!).
Sin saber muy bien por dónde empezar ni cómo explicárselo intenté solucionar el bache diciéndole que simple y llanamente había siempre en todas partes gente “mala” que buscaba aprovecharse del resto de la gente y muchas veces se servía de la fuerza y poder que tenían para conseguir sus objetivos por medio de la violencia.
Estoy plenamente convencido de que esa respuesta era más que suficiente para dejarla contenta, pero no me preguntéis en qué momento ni porqué razón empecé a hablar con otro amigo (delante de ella) sobre casos más concretos… No somos muy dados (ni mucho lejos) en temas de politiqueos y demás… Pero entre otras cosas comentábamos dilemas "sencillos" como podría ser si es adecuado o no que estados unidos y otros países potentes “invadiesen” zonas donde había injusticias sociales para imponer su ley y orden…
Como si estuviésemos siguiendo un guión por un lado o por otro se dio que a cada tema distinto que sacábamos ambos teníamos opiniones distintas. Y sin que ninguno de los dos estuviésemos de verdad convencidos de nuestras propias opiniones nos obcecamos en no aceptar lo que nos decía nuestro “adversario” (porque prácticamente, casi por orgullo, era en lo que nos habíamos convertido en esa breve conversación).
Aquella discusión no fue a más, ni mucho menos, a la noche salimos de fiesta juntos, y una semana después ambos defendimos la misma posición frente a otro chico que no nos caía especialmente bien…
Y en cambio aquella niña, que era lo suficientemente pequeña para tener excusa de no saber situar a Estados Unidos en el mapa sí que fue lo suficiente mayor para entender, únicamente viéndonos discutir a nosotros, porqué, por desgracia, lo de la paz mundial era algo bastante complicado.

domingo, 4 de noviembre de 2012

"No tienes, pero de lo que tienes tienes mucho"








He visto una peli mil y una veces y hace poco empecé a leer un libro que entre ambos encuentro cierta relación.
La película: ‘Big Fish’ (peliculón).
El libro: uno raro que llegó a mis manos gracias a una buena amiga.
        Su título: ‘El abuelo que saltó por la ventana y se largó’ (por ahora pinta bien)

Empezando por la película va de un hombre que, ya en los últimos días de su vida, “sufre” la visita de su hijo, el cual, tras mucho años enfadado con su progenitor, busca hacer las paces con él. Para ello el hijo le pide a su padre que le cuente de verdad como fue su vida, ya que hasta entonces el ahora moribundo sólo había contado grandes aventuras con gigantes, sirenas y atracadores que para los ojos del hijo no dejaban de ser milongas.
Por ejemplo: nada más empezar la película aparece el padre contando una apasionante historia sobre como pescó un pez enorme que durante cientos de años había esquivado cientos de cebos… Se ve que el hombre consiguió capturarlo usando de cebo su anillo de compromiso… al pobre pez le debía de gustar el oro!. Al final de la historia todo acaba bien, el pez escupe el anillo, a cambio el hombre libera a su presa, el público que escucha la historia rompe a aplaudir y la excusa de porqué el padre no fue al nacimiento de su hijo ya está servida. Al final de la película “se descubre” (por así decirlo, ya que únicamente se menciona de pasada) que realmente lo que pasó con el nacimiento del hijo es que fue una semana antes de lo previsto, y entonces el padre, que estaba en un viaje de negocios, no pudo estar presente.
Contando esas historias, que no dejan de ser ingeniosas y entretenidas mentiras, hace de su vida una aventura increíble (con todo el sentido de la palabra “increíble”).
Y el hijo, que siempre sospechó que su padre tenía una doble vida de la que no se sentía orgulloso o que, aún peor, quizá engañaba a su mujer, o tenía otra familia completamente formada en otro lugar, termina pudiendo comprobar que su padre siempre fue fiel a su familia, que tuvo grandes aventuras, y que aunque no tuviese amigos gigantes, cantantes siamesas o enanos de circo, tenía grandes amigos, que cada uno bien podría valer por más de dos o tres personas, y que aunque en un principio todo parecía sencillo y pequeño al final todo junto podía ser un gran espectáculo.
El hijo termina “resignándose” a reconocer la verdad con pelos y señales porque ve que tal vez no es necesario, y de hecho él mismo cuenta la última gran aventura de su padre: su forma de morir.

A cambio, el libro todavía no he terminado de leerlo, así que aún no puedo hacer un resumen muy coherente, por ahora puedo decir que trata más o menos de lo que dice el título: un viejo de 100 años que se escapa de su residencia saltando por una ventana.
La gracia de dicho libro es que empieza con una frase que relaciono bastante con antes la película mencionada:
“Quienes sólo saben contar la verdad no merecen ser escuchados”.
Lo cual, pienso que, tal vez sea cierto.

Así que aquí termino esta entrada la cual quiero dedicar a la gente que me ha ayudado a escribirla:
La amiga que me ha regalado el libro.
El director de la película, que es Tim Burton, al cual lo tengo aquí a lado corrigiéndome algún detalle del resumen que he hecho.
A un pez muy grande que un día que estaba yo nadando en un lago se acercó a mí y me recomendó ver la película.
Y a ti, que digo yo que si has leído la entrada alguna culpa habrás tenido de que la escriba.


“Un hombre cuenta sus historias tantas veces que al final él mismo se convierte en esas historias. Siguen viviendo cuan él ya no está. Y de este modo el hombre se hace inmortal.”

sábado, 8 de septiembre de 2012

Una de diccionario



Un reto, un juego, un acertijo, un lo que os dé la gana:

Agrandad vuestras cabezotas, abrid los ojos cuanto podáis, y buscad un objeto, una acción, una sensación, un “algo”, que no tenga nombre (y si lo encontráis, porqué no, ponedle nombre sin falta!)

Resulta que en América del Sur, en la Tierra del Fuego (abajo del todo), unos indígenas llamados yámanas le dieron nombre a una sensación (o momento, o acción… vosotros juzgaréis) que a ninguno de nosotros (cegados primermundistas, con todo el ánimo de ofender al que se sienta parte del club) se nos había ocurrido.

La palabra es “Mamihlapinatapai”.
Suena a broma, pero no lo es tanto.

Como en el preludio de una canción o película, solo me queda deciros:
abrid los ojos y disfrutad de la definición.

Mamihlapinatapai “Una mirada entre dos personas, cada una de las cuales espera que la otra comience una acción que ambos desean pero que ninguno se anima a iniciar”

Digno de tener nombre.

miércoles, 29 de agosto de 2012

Queja formal:





El ser humano es horroroso por naturaleza, y lo demuestra cada día.

Y una de las cosas que mas me tocan por donde respiro es nuestro interminable, inagotable, insufrible y todos los “in-“malos que se os ocurran (incluso, porqué no, “imperecedero”), afán por quejarnos.

Y es que, macho, nos quejamos por todo, ¡por cualquier cosa! (y mas claro ejemplo que esta entrada no habrá).

Y se postulan varios bandos cuando uno práctica el arte de quejarse. Por suerte suele haber alguien que trata de aplacar autor de la protesta, haciéndole pensar en excusas para el “condenado” al que acusa, o en que otra gente esta peor que él, o lo que buenamente se le pueda ocurrir al triste perdedor, y luego está el resto de la gente que se una al bando del quejica.

Hoy me pido yo ser el primero en elegir personaje y escojo al muro que trata de silenciar los insultos, al chorro de agua que busca disuadir a las masas, al buen samaritano que da un sermón aburridísimo.
Porque, ahora en serio, daos cuenta las mil y una veces que os habéis visto con el agua al cuello y en cambio aquí estáis.
Recordad cada vez que habéis sentido un vacío en el estómago que aquello parece un soberano agujero negro venido del espacio dispuesto a merendarse todo lo que te de por ingerir, como cuando de pequeños (debido a un patadón no especialmente certero) colgábais una pelota, o cuando os metéis un anillo que no es de vuestra propiedad y en el primer intento no podéis sacarlo… Ya te temes que sacártelo te va a doler, suponiendo que salga sin lubricante, que sino agua, crema, aceite, alcohol o lo que narices haga falta, y aún así, sin dar tiempo a intentar el segundo empentón ya te ves presentándote en la consulta del médico con un mejunje en la mano de agárrate y no te menees (en este caso de agárrate y mánchate), y el doctor diciéndote “vamos a tener que amputar a la altura del hombro”. Total que por un puñetero anillo que ni es tuyo ni nadie te piensa regalar de repente te ves teniendo que aprender a atarte las zapatillas con una mano y ayudado de la boca, lo cual no pinta higiénico.

Y lo peor es que luego no pasa nada, todos sobrevivimos, sale el anillo igual que entró, la pelota se recupera y sino se juega con otra y aquí no ha pasado nada. Ya digo, aquí estamos.

Así que, por favor, cuando os penséis de verdad en una situación ‘chunga’ recordad que hubo un día que os visteis con el brazo guardado en el congelador (para cuando la medicina avance un poco más y sea posible recuperarlo, si es que no se puede hacer ya), y si aún así el vacío en vuestro estómago presume ser más vacío aún (si es que eso se puede) del que tuvisteis al colgar la pelota o no poderos sacar el anillo entonces ánimo, y quejaros y luchad (probablemente más importante aún, todo sea dicho), todo lo que sea necesario o más, hasta, como poco, perder una extremidad, ya digo, como poco. Pero sino, absteneos, por favor, de fastidiar con chorradas varias como las que te puedes encontrar una tarde en la  lista de trending topics y que al día siguiente se os han olvidado.
He dicho (me he quejado).


“Sin razón se queja del mar el que otra vez navega.” <Séneca>

miércoles, 25 de enero de 2012

Cabalga en la historia sin freno








Mitos griegos, fábulas bien escritas, y mejor aún anunciadas, que tras años (muchos años) siguen entreteniéndonos (como poco), ilusionándonos con la idea de que hace tiempo, tal vez, hubo gente, tocada por los dioses, que se dedicó a realizar aventuras dignas de quedar en los anales de la historia.

Pero, ¿pasaron de verdad?
Obviamente no planteo la pregunta de que si los rayos del cielo son lanzados por el amigable Zeus, o si el creador de dichos rayos (Hefesto) también es el encargado de organizar las erupciones de los volcanes (a día de hoy queda demostrado que algunas que otras causas tienen que ver con esos fenómenos creo...)

Más bien me encamino en otra dirección.
Mi pregunta es si de verdad ocurrió la guerra de Troya, si Paris raptó a la bella Helena de Esparta y Menelao, ofendido por la osadía (y la cornamenta), declaró la guerra.
Si se sucedieron semejantes enfrentamientos como el de Aquiles contra Héctor.
Si el primero tenía un único punto débil (el talón) y una flecha muy bien dirigida por el amigo Apolo acertó de lleno en donde acaba el pie.
Si un caballito de madera fue el causante de la caída de Troya…

Lo primero, sin saber mucho del tema, sí que parece que existió una ciudad donde dicen que estaba Troya, y que existió entre los siglos XIII a.C. y XII a.C., que es donde se sitúa temporalmente la batalla a comentar.

Por otro lado, y sin tampoco estar muy versado en estos temas, no sé si termino de creerme eso de que los dioses bañan a sus favoritos en no se que aguas, pero al estar sujetándolo (a Aquiles en este caso) por el talón, pues claro, es “inmortal” por todo su cuerpo excepto en esa zona… Francamente, que poco les habría costado darle un buen chapuzón…
Y por extensión, una guerra semejante por un problema de faldas… ya podía ser guapa esa Helena ¿no?

Independientemente, sin meterme en temas religiosos, ni de amores (que cualquier cosa me espero de ambas), si que voy a reflexionar, al menos un poco, a cerca del caballito de madera.

Cuenta la historia, que los griegos, tras diez años de batallas infructuosas, fingieron su derrota y retiraron su campamento, únicamente dejando como ofrenda a los ganadores un gran caballo de madera. Los troyanos, un poco contrariados por semejante regalo, pero contentos a fin de cuentas, entraron su caballo a la ciudad, y eufóricos con el aparente desenlace final, dejémoslo en que se “relajaron” un poco (vaya, que se montaron una fiesta de muy señor mío).
Arropados por la noche, y mas envalentonados aún que los propios borrachos que campaban por la ciudad sin rumbo fijo, un pequeño ejército de griegos salieron de las entrañas del adorable animal y a la par que sembraban el pánico por la ciudad se encargaron de abrir las puertas de las murallas, para que el grueso del ejercito entrase en la ciudad, y, con un objetivo claro, arrasasen con todo.

No digo yo que originalidad tiene, y que para las historias y las pelis la verdad es que da bastante juego.
Pero, no sé. ¿un caballo? ¿de madera? ¿Y cuántos decís que cabían en él?
Me imagino ahora mismo haciendo entre veinte personas y todo el material que queramos un caballo donde quepa solo una persona… Y buf…
Ahora pienso cuantos hacen falta para dar mal en una ciudad, luego meto a toda esa gente en un caballo y… O los soldados eran muy muy pequeños, o el caballo era ENORME (¡cuando digo “enorme” es “enorme” de verdad!)

En cambio hay otra tesis, otra posibilidad, que aunque parezca también improbable no deja de ser otra opción, que además se basa en algún que otro hallazgo veraz.
Dicen (no la historia de Homero, sino otros hombrecillos, arqueólogos, que estoy lejos de saber su nombre  ) que donde se presume que estuvo Troya, había frecuentemente terremotos.
Y cuando hablamos de desastres naturales en la Antigua Grecia no podemos hablar de otros sino de los dioses, y en este caso que acontece, los terremotos eran del señor Poseidón. Aunque (todo hay que decirlo, y ahora más) Poseidón, antes de encargarse del mar, era el dios de los caballos (¿le rezarían mucho los caballos? pues mirad, eso no lo sé).

Entonces, la otra opción, que en mi opinión está muy poco extendida cuando realmente puede ser con más papeletas el acontecimiento de verdad ocurrido, fue que Poseidón, rey y señor de los mares, propició que en mitad de ese conflicto (duró diez años, tiempo tuvo), con el objetivo de decantar la balanza de una vez hacia algún contendiente, originó un terremoto que dejó en jaque a la ciudad (quizá incluso dañando severamente su muralla), lo cual fue un agradable empujón para los griegos, que no dudaron en tomar lo que tanto les había costado conseguir.
¿Y a quién le dieron las gracias los griegos mil y una veces? A Poseidón, que entonces para ellos igual hasta tenía forma de caballo.

Luego fue Homero, no se debió de creer eso de que hubiese un dios que provocase terremotos, y se inventó (muy sagazmente) lo del caballito de madera.
¡Bravo por él!


“- ¿Lo que cuentan de ti es verdad?... Dicen que tu madre es una Diosa inmortal... que nadie te puede matar.
- ¿Para qué iba a llevar escudo entonces?”

lunes, 9 de enero de 2012

La segunda estrella a la derecha, no tiene pérdida





Una ficción, un país, un sueño, una ilusión, una realidad de niños… qué suerte que tienen los niños…

Nunca Jamás es aquel lugar en el que siempre queríamos vivir cuando éramos chicos.
Nunca Jamás es la sensación en la que vivíamos cuando no levantábamos un palmo del suelo.
Nunca Jamás es ese estatus que añoramos, al que nos encantaría volver, y del que nos alejamos por dejar de creer en él.

Y el que tal vez sufrió más esa sensación de haber tenido el País de Nunca Jamás en las manos y haberse escapado de ellas como arena entre los dedos fue el que acuñó su nombre: Sir James Matthew Barrie.
El creador de Peter Pan sufrió una enfermedad llamada “enanismo psicogénico”, causada por un intenso estrés infantil (la muerte de su hermano mayor, y sus consecuencias: el bajón irrecuperable de su madre), que hizo que no sobrepasase de altura el metro y medio (y que su infancia fuese breve)
Pero dicen que James maldijo a todo aquel que se atreviese a hacer una biografía de él, así que no seré yo el que se atreva a seguir hablando de él.

Solo diré que gracias a sir James, y a su ingenio plasmando en un libro el mapa de un lugar de aventuras con el que él de pequeño no pudo soñar lo suficiente, ahora contemplamos la muerte como el tic-tac del reloj que está dentro de la panza del cocodrilo, el cual nos persigue incesante esperando a que nos despistemos.
Es cruel, y agorero, pero al menos aún tenemos la suficiente imaginación infantil para pensar que ese reloj (que de normal habría que ponerle pilas, o darle cuerda) nunca se parará. ¡Algo es algo!


“Cuando el primer niño rió por primera vez, su risa se rompió en mil pedazos que saltaron por los aires en todas direcciones, y así fue como aparecieron las hadas.”