Recordad:

Recordad: antes de untar la mantequilla tirad la tostada al suelo para saber por qué lado va.

sábado, 31 de agosto de 2013

Jugando contra tus propias reglas


José Raúl Capablanca fue un famoso ajedrecista cubano, nacido en una familia humilde, que consiguió  ser campeón mundial de ajedrez entre los años 1921 y 1927 (lo cual tiene un mérito increíble, me andaré un poco por las ramas sobre esto:

En el ajedrez, para poder aspirar, ojo, aspirar, a ganar el título de campeón mundial, se debe de ganar una serie de torneos a lo largo de dos años para así poder presentarse al ‘torneo de aspirantes’, del que sale un única persona que se enfrentará al actual campeón del mundo, mientras tanto, dicho campeón, puede pegarse esos dos años, si así lo desea, tomando dahikiris en mitad del Caribe [si es que se escribe así, ‘dahikiris’, no ‘Caribe’, ya sé que ‘Caribe’ se escribe así! Solo faltaría!]. Pero esto no siempre ha sido así, hace no tanto el campeón del mundo podía casi elegir contra quien defender el título, o imponer condiciones para el torneo tan difíciles de cumplir que los campeonatos se aplazaban durante meses. Por lo que, desde que perdió Capablanca el título en 1927 hasta ahora ha habido únicamente  12 campeones mundiales, cada uno con peculiaridades distintas, aunque sí hay casi una norma que se cumple entre todos los campeones: ser rusos. De esos 13 campeones [Capablanca y los 12 que le precedieron] tan solo 4 fueron de otro país que no fuesen de la Federación Rusa:

-Capablanca, del que te hablaré luego, era de Cuba.
-Mikhail Tail, a quien llamaban “el brujo de Riga” por su fantástico humor y sus sacrificios de piezas increíbles que luego le hacían ganar grandes partidas, era, evidentemente como ya sabrás, de Lituania.
-Bobby Fischer [quizá este te suena, tuvo en jaque, nunca mejor dicho, a toda Europa durante varios años por sus ausencia y extravagancias en varios campeonatos y murió en 2008 tras vivir encerrado la última época de su vida en Islandia], era un americano a quien luego se intuyó que podía tener el síndrome de Asperger [todos los grandes jugadores tenían sus manías con su vida y el juego, pero este se llevaba la palma]. Por su condición de americano, y por la época en la que le tocó enfrentarse al entonces campeón mundial, que era ruso, en 1971, hizó que Estados Unidos y la Unión Soviética aparcaran el resto de sus diferencias en mitad de la Guerra Fría solo para volcarse en aquel acontecimiento que daría una moral inmensa al ganador. Ganó Fischer, pero no volvió a jugar una partida oficial nunca más, se volvió loco, desapareció del mapa. Veinte años después jugó un torneo, solo por dinero, en Yugoslavia pese a la tajante prohibición de su país de que lo hiciese [no debía de haber muy buen rollo entre EEUU y Yugoslavia por entonces], ganó, cambió su nacionalidad para ser islandés, y se encerró en una casa que se compró allí hasta su muerte.
-Y por último, el actual campeón, es un indio llamado Viswanthan Anand [por fin un hindú! Siendo que el origen del ajedrez se cree que está en la India… Ya era hora!] que está temblando en su casa sin jugar ningún torneo temiendo que llegue el 6 de noviembre de 2013, momento en el que le tocará enfrentarse por el título a un noruego, llamado Magnus Carslen, que lleva sorprendiendo a todos los ajedrecistas del mundo desde que era un enano y que está llamado a ser uno de los grandes maestros de la historia.

Por eso, cada campeón del mundo en el ajedrez que no sea ruso es un gran orgullo para su país, y debido a la excentricidad de estos dan juego para muchas historias.

Cuentan de Fischer [el americano loco que luego se nacionalizó islandés] que en mitad de un torneo le ganó la dama a su contrincante, y cuando Fischer se dio la vuelta su rival volvió a ponerla en el tablero aparentando que esa jugada jamás había ocurrido. Continuaron la partida y el rival de Bobby Fischer le hacía muecas y se reía de él cuando éste no lo miraba por haber conseguido meter una ficha más en el tablero sin que el gran maestro se diese cuenta. Poco después Fischer consiguió comerle de nuevo la dama, se la metió en el bolsillo de su chaqueta y se largó.

Bronstein (ni idea de quien es), en una ocasión, tardó 40 minutos en realizar un movimiento, pero eso no es lo peor, en absoluto, lo gordo es que era el primer movimiento de la partida! [vaya, que muy muy muy mal lo tenía que hacer para cargarla ya ahí]. Ganó la partida, y cuando luego le preguntaron cuál era la razón por la que había tardado tanto en realizar el primer movimiento se quedó mirando fijamente el tablero de ajedrez y dijo “estaba pensando dónde había puesto las llaves de mi casa”.

Un tal Petrosian [tampoco sé quien es] fue a mover la reina, y al cogerla se dio cuenta de que estaba cometiendo un gravísimo error. En las reglas del ajedrez si coges una pieza has de moverla, así que estaba en un grave aprieto, por lo que, haciendo una gran gala de reflejos e improvisación, rápidamente la metió en su taza de café, como si de una pasta se tratase. Pidió disculpas por el lapsus que había tenido y dejó la dama en su sitio con total naturalidad.

Otro

Dicen de Lasker [un campeón mundial ruso, uno de tantos] que fue un día a un bar de un pueblo, donde se estaban jugando partidas de ajedrez, nadie le reconoció, y el que estaba entonces ganando a todos le preguntó si sabía jugar al ajedrez, y que si se atrevía a jugar contra él. Lasker, evidentemente, aceptó el reto y “se le pasó mencionar” que igual sí que sabía jugar bastante bien al ajedrez. Le ganó sin apenas esfuerzo, y cuando termino la partida, el atrevido contrincante le dijo “Usted debe de ser un grandísimo jugador de ajedrez! Fíjese que a mí me llaman el Lasker del pueblo!”.
A Capablanca le pasó algo parecido también, pero es otra la anécdota que te quería contar de él…


Capablanca era un talentoso jugador [tal vez demasiado, lo cual le hacía tener una excesa confianza y se preparaba demasiado poco sus enfrentamientos frente al resto de jugadores] que revolucionó el ajedrez con jugadas inimaginables.

Y os hablo de él por una pequeña leyendilla que cuentan con un niño que se le ocurrió retarle a una partida de ajedrez.
Al parecer, una tarde de otoño estaba recostado sobre un árbol en mitad del campo, cuando un chavalín de doce o trece años, al verlo tan quieto y concentrado, le preguntó que qué estaba haciendo allí solo.
-“Pienso en el ajedrez, repasando jugadas pasadas  y pensando movimientos que pueda hacer en el futuro”.
El chico, curioso, le preguntó un sinfín de cosas sobre sus campeonatos, sus partidas y, también, sobre las reglas del ajedrez, ya que apenas sabía jugar.
Aquel niño era una esponja, y rápidamente consiguió memorizar prácticamente todas las normas del ajedrez, hasta que al final le propuso a Capablanca echar una partida. Capablanca se sorprendió, le explicó los últimos detalles de las reglas, incluso le explico que “cuando un peón llega a la octava fila ‘PUEDE CONVERTIRSE EN LA PIEZA QUE QUIERA’”.

Comenzó el juego, y tras mucho jugar, ya casi al final de la partida, el planteamiento era el siguiente:



Por si no os gusta mucho el ajedrez voy a intentar explicaros lo más claro posible cual era la situación… Capablanca jugaba con blancas y el niño con negras. Se puede ver que el chavalín había aguantado bastante bien pero ya le estaba llegando el momento de claudicar… Dato que me ha costado entender durante un rato: vemos el tablero como lo vería Capablanca [o sea que si mueve el peón que tiene en a7 a a8 puede convertir ese peón en la ficha que quiera, y lo mismo puede hacer el niño con el peón que tiene en h2].

Le tocaba jugar a Capablanca, y movió su rey a c2 [el niño no tenía más remedio que mover su peón de h2 a h1, convertirlo en reina si era lo que quería, aunque de poco le serviría ya que luego Capabanca movería el alfil que está en b6 a d4 y le haría jaque mate al rey ya que estaría amenazándolo y éste no podría mover ni a b1 ni a b2 porque el rey blanco estaba en c2 y no pueden estar los reyes a menos de una casilla de distancia], vaya, que lo tenía contra las cuerdas.
Pero entonces el chavalín movió el peón de h2 a h1 y dijo que lo quería convertir en un rey negro [cosa que no se puede hacer de ninguna de las maneras, pero era cierto que Capablanca había dicho que podía convertirlo ‘en la pieza que quisiese’, y no quedaba nada bien reexplicar las reglas, como si las cambiase a su antojo, cuando quedaban pocas jugadas para terminar la partida, por lo que al Gran Maestro no le quedó otro remedio que aceptar su error y jugar bajo esas nuevas normas que el mismo había instaurado al explicarse mal].


Aquella jugada, salvando que no se puede hacer, era una genialidad, ya que cuando Capablanca moviese el alfil a d4 un rey quedaba en jaque mate [ el niño no podía mover ese rey], el otro rey seguía vivo pero sin poder moverse, y tampoco podía mover otra ficha, por lo que el niño se quedaba ‘ahogado’ [cuando en una partida un jugador no puede mover ninguna pieza se dice que está ‘ahogado’, y entonces la partida queda en tablas. Muchas veces, cuando en finales de partida un jugador tiene varias fichas y el otro solo tiene el rey, el que está ganando debe de tener muchísimo cuidado de no ahogar al rey involuntariamente, ya que eso es desperdiciar la ventaja y quedar en tablas, o sea en empate, tal y como estaba a punto de pasar con Capablanca].
Le tocaba mover a Capablanca, en esos momentos, de haber sido el turno del niño, el chavalín no podía mover ninguna ficha, así que Capablanca realizó otra jugada genial: cogió su peón que estaba en a7, lo movió a a8, y la convirtió en un rey negro [evidentemente tampoco se puede convertir un peón en una ficha del contrario en una partida convencional, ni, como ya he mencionado, se puede convertir un peón en un rey, pero aquello no era una partida convencional]. Con ello conseguía que el niño sí que pudiese mover una ficha, aquel rey que estaba en a8.
Por lo que la partida estaba tal que así:

El niño entonces hizo el único movimiento que podía: movió el rey que estaba en a8 a la casilla b8.
Capablanca movió su peón de h6 a h7.
El niño de nuevo hizo el único movimiento que podía hacer mover su rey de nuevo a la casilla a a8.
Y entonces Capablanca movió su peón de nuevo de h7 a h8, lo convirtió en una reina, y con eso hizo un jaque mate a los tres reyes a la vez.



Aquel niño se pudo ir satisfecho, por haber plantado cara a Capablanca y por haber sido el único jugador en la historia en recibir un jaque mate a tres reyes a la vez.


Y yo he escrito casi todo dentro de un mismo paréntesis, que tampoco está tan mal!).