El ser humano es horroroso por naturaleza, y lo demuestra
cada día.
Y una de las cosas que mas me tocan por donde respiro es
nuestro interminable, inagotable, insufrible y todos los “in-“malos que se os
ocurran (incluso, porqué no, “imperecedero”), afán por quejarnos.
Y es que, macho, nos quejamos por todo, ¡por cualquier cosa!
(y mas claro ejemplo que esta entrada no habrá).
Y se postulan varios bandos cuando uno práctica el arte de
quejarse. Por suerte suele haber alguien que trata de aplacar autor de la protesta, haciéndole
pensar en excusas para el “condenado” al que acusa, o en que otra gente esta peor que él, o lo
que buenamente se le pueda ocurrir al triste perdedor, y luego está el resto de
la gente que se una al bando del quejica.
Hoy me pido yo ser el primero en elegir personaje y escojo
al muro que trata de silenciar los insultos, al chorro de agua que busca disuadir
a las masas, al buen samaritano que da un sermón aburridísimo.
Porque, ahora en serio, daos cuenta las mil y una veces que
os habéis visto con el agua al cuello y en cambio aquí estáis.
Recordad cada vez que habéis sentido un vacío en el estómago
que aquello parece un soberano agujero negro venido del espacio dispuesto a
merendarse todo lo que te de por ingerir, como cuando de pequeños (debido a un
patadón no especialmente certero) colgábais una pelota, o cuando os metéis un
anillo que no es de vuestra propiedad y en el primer intento no podéis sacarlo…
Ya te temes que sacártelo te va a doler, suponiendo que salga sin
lubricante, que sino agua, crema, aceite, alcohol o lo que narices haga falta,
y aún así, sin dar tiempo a intentar el segundo empentón ya te ves
presentándote en la consulta del médico con un mejunje en la mano de agárrate y
no te menees (en este caso de agárrate y mánchate), y el doctor diciéndote
“vamos a tener que amputar a la altura del hombro”. Total que por un puñetero
anillo que ni es tuyo ni nadie te piensa regalar de repente te ves teniendo que
aprender a atarte las zapatillas con una mano y ayudado de la boca, lo cual no
pinta higiénico.
Y lo peor es que luego no pasa nada, todos sobrevivimos,
sale el anillo igual que entró, la pelota se recupera y sino se juega con otra
y aquí no ha pasado nada. Ya digo, aquí estamos.
Así que, por favor, cuando os penséis de verdad en una
situación ‘chunga’ recordad que hubo un día que os visteis con el brazo
guardado en el congelador (para cuando la medicina avance un poco más y sea
posible recuperarlo, si es que no se puede hacer ya), y si aún así el vacío en
vuestro estómago presume ser más vacío aún (si es que eso se puede) del que
tuvisteis al colgar la pelota o no poderos sacar el anillo entonces ánimo, y
quejaros y luchad (probablemente más importante aún, todo sea dicho), todo lo
que sea necesario o más, hasta, como poco, perder una extremidad, ya digo, como
poco. Pero sino, absteneos, por favor, de fastidiar con chorradas varias como
las que te puedes encontrar una tarde en la
lista de trending topics y que al día siguiente se os han olvidado.
He dicho (me he quejado).
“Sin razón se queja del mar el que otra vez navega.”
<Séneca>