Recordad:

Recordad: antes de untar la mantequilla tirad la tostada al suelo para saber por qué lado va.

miércoles, 25 de enero de 2012

Cabalga en la historia sin freno








Mitos griegos, fábulas bien escritas, y mejor aún anunciadas, que tras años (muchos años) siguen entreteniéndonos (como poco), ilusionándonos con la idea de que hace tiempo, tal vez, hubo gente, tocada por los dioses, que se dedicó a realizar aventuras dignas de quedar en los anales de la historia.

Pero, ¿pasaron de verdad?
Obviamente no planteo la pregunta de que si los rayos del cielo son lanzados por el amigable Zeus, o si el creador de dichos rayos (Hefesto) también es el encargado de organizar las erupciones de los volcanes (a día de hoy queda demostrado que algunas que otras causas tienen que ver con esos fenómenos creo...)

Más bien me encamino en otra dirección.
Mi pregunta es si de verdad ocurrió la guerra de Troya, si Paris raptó a la bella Helena de Esparta y Menelao, ofendido por la osadía (y la cornamenta), declaró la guerra.
Si se sucedieron semejantes enfrentamientos como el de Aquiles contra Héctor.
Si el primero tenía un único punto débil (el talón) y una flecha muy bien dirigida por el amigo Apolo acertó de lleno en donde acaba el pie.
Si un caballito de madera fue el causante de la caída de Troya…

Lo primero, sin saber mucho del tema, sí que parece que existió una ciudad donde dicen que estaba Troya, y que existió entre los siglos XIII a.C. y XII a.C., que es donde se sitúa temporalmente la batalla a comentar.

Por otro lado, y sin tampoco estar muy versado en estos temas, no sé si termino de creerme eso de que los dioses bañan a sus favoritos en no se que aguas, pero al estar sujetándolo (a Aquiles en este caso) por el talón, pues claro, es “inmortal” por todo su cuerpo excepto en esa zona… Francamente, que poco les habría costado darle un buen chapuzón…
Y por extensión, una guerra semejante por un problema de faldas… ya podía ser guapa esa Helena ¿no?

Independientemente, sin meterme en temas religiosos, ni de amores (que cualquier cosa me espero de ambas), si que voy a reflexionar, al menos un poco, a cerca del caballito de madera.

Cuenta la historia, que los griegos, tras diez años de batallas infructuosas, fingieron su derrota y retiraron su campamento, únicamente dejando como ofrenda a los ganadores un gran caballo de madera. Los troyanos, un poco contrariados por semejante regalo, pero contentos a fin de cuentas, entraron su caballo a la ciudad, y eufóricos con el aparente desenlace final, dejémoslo en que se “relajaron” un poco (vaya, que se montaron una fiesta de muy señor mío).
Arropados por la noche, y mas envalentonados aún que los propios borrachos que campaban por la ciudad sin rumbo fijo, un pequeño ejército de griegos salieron de las entrañas del adorable animal y a la par que sembraban el pánico por la ciudad se encargaron de abrir las puertas de las murallas, para que el grueso del ejercito entrase en la ciudad, y, con un objetivo claro, arrasasen con todo.

No digo yo que originalidad tiene, y que para las historias y las pelis la verdad es que da bastante juego.
Pero, no sé. ¿un caballo? ¿de madera? ¿Y cuántos decís que cabían en él?
Me imagino ahora mismo haciendo entre veinte personas y todo el material que queramos un caballo donde quepa solo una persona… Y buf…
Ahora pienso cuantos hacen falta para dar mal en una ciudad, luego meto a toda esa gente en un caballo y… O los soldados eran muy muy pequeños, o el caballo era ENORME (¡cuando digo “enorme” es “enorme” de verdad!)

En cambio hay otra tesis, otra posibilidad, que aunque parezca también improbable no deja de ser otra opción, que además se basa en algún que otro hallazgo veraz.
Dicen (no la historia de Homero, sino otros hombrecillos, arqueólogos, que estoy lejos de saber su nombre  ) que donde se presume que estuvo Troya, había frecuentemente terremotos.
Y cuando hablamos de desastres naturales en la Antigua Grecia no podemos hablar de otros sino de los dioses, y en este caso que acontece, los terremotos eran del señor Poseidón. Aunque (todo hay que decirlo, y ahora más) Poseidón, antes de encargarse del mar, era el dios de los caballos (¿le rezarían mucho los caballos? pues mirad, eso no lo sé).

Entonces, la otra opción, que en mi opinión está muy poco extendida cuando realmente puede ser con más papeletas el acontecimiento de verdad ocurrido, fue que Poseidón, rey y señor de los mares, propició que en mitad de ese conflicto (duró diez años, tiempo tuvo), con el objetivo de decantar la balanza de una vez hacia algún contendiente, originó un terremoto que dejó en jaque a la ciudad (quizá incluso dañando severamente su muralla), lo cual fue un agradable empujón para los griegos, que no dudaron en tomar lo que tanto les había costado conseguir.
¿Y a quién le dieron las gracias los griegos mil y una veces? A Poseidón, que entonces para ellos igual hasta tenía forma de caballo.

Luego fue Homero, no se debió de creer eso de que hubiese un dios que provocase terremotos, y se inventó (muy sagazmente) lo del caballito de madera.
¡Bravo por él!


“- ¿Lo que cuentan de ti es verdad?... Dicen que tu madre es una Diosa inmortal... que nadie te puede matar.
- ¿Para qué iba a llevar escudo entonces?”

lunes, 9 de enero de 2012

La segunda estrella a la derecha, no tiene pérdida





Una ficción, un país, un sueño, una ilusión, una realidad de niños… qué suerte que tienen los niños…

Nunca Jamás es aquel lugar en el que siempre queríamos vivir cuando éramos chicos.
Nunca Jamás es la sensación en la que vivíamos cuando no levantábamos un palmo del suelo.
Nunca Jamás es ese estatus que añoramos, al que nos encantaría volver, y del que nos alejamos por dejar de creer en él.

Y el que tal vez sufrió más esa sensación de haber tenido el País de Nunca Jamás en las manos y haberse escapado de ellas como arena entre los dedos fue el que acuñó su nombre: Sir James Matthew Barrie.
El creador de Peter Pan sufrió una enfermedad llamada “enanismo psicogénico”, causada por un intenso estrés infantil (la muerte de su hermano mayor, y sus consecuencias: el bajón irrecuperable de su madre), que hizo que no sobrepasase de altura el metro y medio (y que su infancia fuese breve)
Pero dicen que James maldijo a todo aquel que se atreviese a hacer una biografía de él, así que no seré yo el que se atreva a seguir hablando de él.

Solo diré que gracias a sir James, y a su ingenio plasmando en un libro el mapa de un lugar de aventuras con el que él de pequeño no pudo soñar lo suficiente, ahora contemplamos la muerte como el tic-tac del reloj que está dentro de la panza del cocodrilo, el cual nos persigue incesante esperando a que nos despistemos.
Es cruel, y agorero, pero al menos aún tenemos la suficiente imaginación infantil para pensar que ese reloj (que de normal habría que ponerle pilas, o darle cuerda) nunca se parará. ¡Algo es algo!


“Cuando el primer niño rió por primera vez, su risa se rompió en mil pedazos que saltaron por los aires en todas direcciones, y así fue como aparecieron las hadas.”