Recordad:

Recordad: antes de untar la mantequilla tirad la tostada al suelo para saber por qué lado va.

lunes, 26 de enero de 2015

En 8 palabras





‘“‘“¡Victoria! ¡Victoria!” gritaba entre eufórico y sorprendido, corriendo sin saber dónde estaba ni a dónde iba.
“¡Victoria! ¡Victoria!”
“¿Será una chica a la que busca?” se preguntaba la gente que le rodeaba.
“¿Habrá ganado algo?” pensaban los que le encontraban el segundo significado a la palabra.
“Estará loco” aseguraban los que no querían fallar en su deducción.

Probablemente, aquella persona, el quizá loco que había ganado tal vez algo y buscaba seguramente una amiga llamada Victoria para contárselo, no sabía lo que le esperaba, al igual que no lo sabían el resto de los protagonistas de esta increíble historia, que a continuación os contaré’

Así empieza la nueva novela escrita por el aclamado escritor Würfel Mixer.
Nacido y criado en un pueblo de Suabia, Baviera, ha pasado toda su vida viviendo con su mujer y sus hijos de forma autosuficiente en su casa de campo, hasta que un día, sin saber nosotros porqué (no hemos conseguido que nos lo revelase), cogió su Remington Standard del 23, empezó a escribir, y desde entonces no ha parado.
Tiene a media Europa pendiente de sus escritos, y la otra media está expectante de que termine la guerra para que sus libros puedan circular libremente.
Muchos definen su obra como una liberación para el alma y para la mente, otros aseguran que nos unirá a todos los alemanes, y, con la seguridad de ser un país fuerte y de valor, afrontaremos, junto al resto de las potencias del eje, con orgullo y dignidad, una tregua con los aliados que nos lleve una posible plaz, otros aseguran que precisamente por ello Hitler ya está declarando zafarrancho de combate de nuevo contra libros escritos por compatriotas suyos.
Lo que nosotros queremos sacar de este escrito, sin ánimo de buscar segundos significados como hacen los transeúntes que escuchan a uno de los protagonistas de su libro gritar “¡Victoria!”, es que nunca es tarde para empezar cualquier hazaña, y que con amor, serenidad, y un poco de falta de cordura, se puede sorprender a mucha gente.”

Como si fuese ayer, recuerdo que mi padre nos leía esta noticia una y otra vez sentado en su sillón a lado del fuego mientras mis hermanas y yo, sentadas en una mohosa alfombra granate, escuchábamos embelesadas la historia del pariente más famoso que ha tenido la familia.

Cuánto tiempo ha pasado desde entonces, y qué rápido han pasados los años en los que personas que no sabían nada de la inmensidad del mundo que les rodeaba, empezaban a caminar en una dirección sin saber que el camino no terminaría nunca, y precisamente por ello eran los que más lejos llegaban.

Hijo mío, no me conocerás, y lo siento muchísimo, pero no todo ocurre siempre tal y como queremos, aunque quiero pensar, y espero morir con esa esperanza intacta, de que siempre podemos jugar las cartas con la que nos brinda el destino de muchas formas distintas, y al igual que tu tatarabuelo, tal vez por ignorancia, se dejó llevar por su pasión y fue el detonante del fin de la guerra, al igual que mi padre dio todo porque sus hijas tuviesen una educación impropia para unas chicas, al igual que nosotras, unas mejor que otras, hemos conseguido hacernos valer, te pido y te exijo, que nos recuerdes, nos tengas como ejemplo, pero nunca como objetivo, y que cuando seas lo suficientemente mayor para leer esto, quiero que vayas a un espejo, si es que tus condiciones de vida te permiten disponer de uno, que te mires a la cara, y que te digas a ti mismo, y a mi, y a todas aquellas personas a las que quieres, que:
El pasado es historia,
el futuro es un misterio,
pero el hoy es un regalo, y por eso se llama presente. Disfrútalo
Esa fue la nota que recibí cuando cumplí 18 años de edad. En su momento pensé que me la dieron muy tarde. Por desgracia me convencieron demasiado rápido, y con razón, de que nadie que me hubiese visto más de un día habría considerado que era lo suficientemente maduro para recibirla. Pero en cierto modo fue el hecho de leerla lo que me hizo estar preparado para afrontarla. Se terminó el escabullirse de cosas que ni siquiera sabía qué eran, y afronté la vida de una forma distinta.
No más seria, ni más dura, sino de la forma que de verdad quería.

Tiempo después descubrí que esa linda frase que mi madre me había escrito en aquella carta antes de morir se la habían atribuido a Chaikovski, el autor de “El cascanueces”, unos cien años atrás.
Supe también que no todas mis tías consiguieron aprender a leer y escribir, que mi abuelo se dio mucho tiempo a la bebida, y que mi tatatarabuelo, aunque sí que es verdad que escribió libros fantásticos, nunca fue, ni de lejos, el motivo del fin de la guerra, ni de la victoria de los Aliados.

Pero aún así, pese al aparente mérito que ahora les he quitado en tan solo un párrafo, ni de lejos cualquiera de nosotros nos podremos comparar con ninguno de ellos, ya que ellos hablan, casi de su puño y letra, de objetivos que veían imposibles, y que finalmente, en mayor o menor medida, consiguieron cumplir, quedando así satisfechos.

Por otro lado, considerando también el salto generacional dado en el que ahora me encuentro transcribiendo toda esta historia a un documento Word que en verdad no sé quién acabará leyendo, me hace darme cuenta de que la aparente plena información que tenemos sobre todas nuestras posibilidades sólo hace que no nos veamos capaces de ellas, y eso nos limita a conseguir una mejor educación, una vida más sana, un mejor trato con la gente que queremos, y, nos impide, sin ninguna duda, contar cuentos coherentes.

Firmado………..







Yo